✨ Pack Bienvenida: Sesión Online + Tu Frasco Personalizado incluido por solo 35€.

Hola, soy Agustín.

Padre, esposo, hermano, amigo... y un caminante más, exactamente igual que tú.

Antes que acompañante, soy una persona con mis roles, mis dudas y mis responsabilidades del día a día. Y como muchos de nosotros, he experimentado emociones que muchas veces no sabía cómo gestionar.

Eso se debe a que, desde muy pequeños, nos programan. Tanto nuestro primer círculo íntimo —nuestra familia— como la sociedad en la que crecemos, nos llenan de percepciones sobre lo que es "supuestamente correcto o aceptado". Y así vamos creciendo, muchas veces alejándonos poco a poco de quienes somos en realidad para encajar en moldes que no son nuestros.

Tengo 37 años —ni tanto, ni poco— y sé lo que es llegar a ese "punto matemático". Ese punto de quiebre en el que sientes que no puedes más, que estás perdido, aturdido, desbordado, sin sentido y sin fuerza. Tocar fondo, lo llaman algunos.

Yo no creo en las casualidades.

Hace un poco más de 5 años, en medio de mi propia búsqueda de respuestas y necesitando otro tipo de ayuda, me crucé con las Flores de Bach. Podríamos decir que ahí empezó un verdadero camino alternativo en mí. Ellas se convirtieron en mis compañeras y comprobé su potencial sanador en mi propia piel. Gracias a ese proceso, fui comprendiendo algo fundamental: que todo lo que necesitaba para sanar ya lo llevaba conmigo. Solo debía "vaciar el vaso" para poder recordar quién era.

Esa nueva claridad me impulsó a seguir profundizando e instruirme en otras terapias vibracionales que resonaban conmigo, como el Reiki y los Registros Akáshicos.

Gracias a las flores y al acompañamiento correcto, tuve la posibilidad de empezar a sanar muchas cosas que no me dejaban respirar y que hacían que mis patrones de sufrimiento se repitieran una y otra vez.
A partir de ese momento, con sus pausas y sus propios ritmos, comencé un viaje hacia adentro que me llevó a adquirir, poco a poco, la habilidad más importante de todas: la de mirar hacia el interior.

Aprendí a no juzgarme. Aprendí a hacerme responsable. Aprendí a entender que soy dueño de mis decisiones y que vine a este plano a algo más que a complacer las expectativas de los que me rodean.

Creo que es el camino más hermoso que los seres humanos podemos emprender en este gran juego: mirar hacia adentro y hacernos conscientes de que tenemos el control. Entender poco a poco cómo funcionan nuestras emociones, de dónde vienen, qué las dispara o potencia. Y aprender a transmutar el dolor en aprendizaje para seguir creciendo.

Quiero ser muy honesto contigo: no soy un gurú de nada.

Soy una persona como tú, que encontró un camino para recordar quién era. Alguien que, poco a poco, juntó el coraje para sacar afuera sus peores miserias y entenderlas. No soy una persona que ha llegado a su punto de aprendizaje absoluto; soy alguien que sigue creciendo, que sigue aprendiendo, cada día un poco más encaminado y con más herramientas.

Pero he llegado a un punto en el que, en tanta oscuridad, encontré mi propia luz. Y me di cuenta de que esa luz era tan grande que, en ese preciso instante y de manera creciente, surgió el anhelo de compartirla.

En mi corazón se encendió la llama de ayudar a comprender, desde la humildad, desde lo básico, lo del día a día. Y gracias a ese camino recorrido, hoy siento que cuento con herramientas que podrían ayudar a muchos. Sin creerme más que nadie, solo ser un canal de luz para ayudar a despertar y encaminar a todas las personas que resuenen con esto que estás leyendo.

Creo firmemente que somos energía. Estoy seguro de que, desde la humildad y el amor, puedo dar mucha luz y bienestar, tal como lo hicieron conmigo.

Si has llegado hasta aquí leyendo mi historia, te aseguro que ¡de casualidad nada! Estaré encantado de conocer la tuya.

Gracias por leerme.

— Agustín.